LAGRIMAS EN EL MAR – II

EL HIJO

Hace mucho tiempo, cuando no existían países, solo imperios cambiantes, pueblos que se elevaban y transformaban y aniquilaban entre ellos con más celeridad que con la que crece un bosque, cuando la humanidad aún estaba aprendiendo a ser independientes del yugo de los dioses, pero estos aún caminaban entre los mortales, regalando más desdicha y dolor que prendas y virtudes, pues siempre el precio a pagar es alto, nació en el sur de la antigua región que con los años fue Grecia, en la boscosa península del Peloponeso un niño destinado a hacer grandes cosas. Pero, ¿a qué precio? Uno muy grande, al menos para su madre, una madre cuya mayor desgracia y deshonra fue ser madre, pero… ¿qué madre no ama a su hijo? Y Calisto amó a Arcas, pues así se llamó el niño, como toda madre ama a su hijo. Aunque nunca pudo criarle ni besarle ni abrazarle ni acariciarle. Solo pudo protegerle y defenderle y amarle desde el cielo nocturno, igual que su padre le guió y vigiló desde el cielo diurno, pero… ya llegaremos a ello. Ahora no toca hablar de los padres, sino del hijo.

El niño se llamó Arcas, como te he dicho, pero tuvo que crecer sin madre, ni padre. Pero me tuvo a mi. Yo oculté y crié al bebé. No me crees, claro. No puedo tener miles de años. Pero no importa si me crees o no. Es más, se que no te importa que sea cierto o no, veo en tus ojos que quieres saberlo de todos modos. Pues atiende a esto, niño; a Arcas me lo trajo bajo mi protección Hermes, mi hijo. Hermes, al que luego el pueblo de Roma dio por llamar Mercurio. Si, el dios Mercurio, ese era mi hijo, tramposo y listo pícaro y rápido como un cuervo, pero fiel a su padre Zeus, y Zeus le ordenó rescatar a Arcas de la muerte segura desde el vientre de una osa y con la placenta aun resbalando ponerlo en mis brazos.

¿Qué ocurre? ¿Qué te asombra más, que te diga que Hermes era mi hijo? ¿Que Arcas había nacido del vientre de una osa? ¿ O que Zeus fue mi amante, del cual engendré al dios de los viajeros, al mensajero del Olimpo, a Hermes el de los pies alados?

No te sorprendas tan pronto , niño, pues no han empezado las auténticas sorpresas. Eran otros tiempos, tiempos de fe, de hierro, de sangre, y de extrañas maravillas, en el mundo aún naciente. Y que Zeus fuera quien me hizo quedar encinta no debería admirarte tanto, has de saber que Zeus fue el mayor de los dioses, pero también el de la mayor de las pasiones, y tuvo muchísimos hijos a las espaldas de su hermana y esposa, Hera, la furibunda Hera, de la cual quiso proteger Zeus al recién nacido escondiéndolo entre mis brazos.

¿Que quién soy yo? Me puedes llamar Maia. No, Maya no, Maia… Bueno, puedes llamarme Maya si te es más fácil. Pero.. ¿Quieres que siga con mi historia o no? Entonces calla y escucha, niño, pues la noche es corta ya, y vas a querer mirar por última vez a las estrellas cuando acabe mi relato, y el amanecer será tu enemigo, así pues, no me interrumpas, abre los oídos y la mente, y escucha bien:

Como te digo, Hermes depositó en mis brazos a Arcas, aún lleno de sangre y placenta de osa, en mi hogar en lo más profundo del más profundo bosque del Peloponeso. Y así creció escondido de su madrastra el semidiós, pues eso era Arcas, hijo de un dios y una mortal. Hijo de Zeus y mortal, como antes lo habían sido Heracles, Perseo o Teseo.

¿Mi hijo? No, niño, mi Hermes no era un semidiós, Hermes fue un dios en el Olimpo al lado de su padre, porque mi hijo no fue engendrado por dios y mortal, ya que yo no soy mortal, como ya deberías haber adivinado. Pero esta no es mi historia. Es la historia de Arcas y de su desgraciada madre, Calisto, la más fiel de las pléyades, y aun así, la más castigada.

A Arcas le crié bien, todo hay que decirlo. Le hice sabio y ágil, ducho en el arte de la caza, como lo era su madre, y justo como debió ser su padre. Y cuando cumplió la mayoría de edad le envié hacia el reino de su abuelo, Licaón, rey de la polis… una polis era lo que llamáis ciudades hoy en día, pero a su vez era un país, de los muchos países que tenía la región griega entonces: Grecia no era un país, Grecia era la más maravillosa de las regiones, con muchas ciudades-estado, pues eso eran las Polis: Atenas, Esparta, Tebas, Delfos.. o Licosura, donde reinaba Licaón, padre de Calisto y por tanto el abuelo de Arcas.

Cuando Arcas llegó a Licosura y se presentó ante su abuelo, este, tras revisar las pruebas de consanguinidad que yo le había entregado precavidamente (en esos tiempos eran constantes las luchas de poder y la desconfianza en el trono) aceptó que era su nieto, y lo acogió bajo su seno. Y le hizo corregente, dirigiendo ambos el reino sabiamente, abuelo e hijo, mano a mano, y si bien el pueblo de Licosura ya amaba a Licaón por ser un rey religioso y civilizado que les había hecho pasar de ser un pueblo semi salvaje a una civilización rica y poderosa casi a la altura de las magníficas Esparta o Atenas, más aún aprendió a amar al joven pero sabio Arcas, que les enseñó a sembrar el trigo (como yo le había enseñado a hacer), a hacer con ello el pan y descubrirlo la humanidad por primera vez, o a tejer e hilar la lana, haciendo mejores ropajes para los meses duros del invierno. Y todo ello hizo que el pueblo le amase con locura, al punto de pedir cambiar el nombre de la polis de Licosura a Arcadia, nombre con el que se conoce aún hoy en día a esa región de Grecia, en honor al propio Arcas, a la manera de que Atenas se nombró así en honor a la gran Atenea. Y esto fue la gota que colmó el vaso para el rey Licaón, que se sintió traicionado tras haber acogido como un igual a su nieto, solo para sentirse desplazado por él.

Y, loco de celos y despechado con su propio pueblo, Licaón urdió un plan, y este fue sacrificar a Arcas en honor a los dioses con la excusa de lograr el beneplácito y protección para la ciudad por muchos años, pues, ¿qué mayor sacrificio hay para un rey que el que es de sangre de su sangre? Sabía que eso a ojos de su pueblo sería un acto de valor y entrega inenarrable, y serviría de excusa perfecta para quitarse de en medio a aquel que le había eclipsado.

Lo que no podía adivinar Licaón cuando engañado ató a Arcas y le descuartizó en el altar del templo es que el dios que acudiría a por la ofrenda humana sería el mismísimo Zeus. Sí, el dios de dioses, pero además el padre de Arcas, que tuvo que ver como “en su honor” su hijo era asesinado en un altar, después de años de velar por él y esconderlo bajo mi cuidado.

Tarde vio Licaón lo que había hecho, y tarde se arrepintió, pues ya no había salvación para él. Entre aullidos casi animales de dolor se curvó y retorció bajo la mirada furiosa de Zeus, que le destrozó y moldeó el cuerpo, lo estiró sin piedad y lo estrujó, lo metamorfoseó dolorosamente, y entre aullidos esta vez sí, definitivamente animales, Licaón se vio convertido en un ser repugnante, mitad hombre, mitad lobo (Eso es, niño, veo por tu mirada que lo has adivinado. Por eso a los hombres lobos se les llama Licántropos… tropos es hombre en griego, y Licaón fue el primer hombre lobo..Licaón-tropos), y entre aullidos de dolor y vergüenza se perdió por siempre entre los bosques de los alrededores de Arcadia.

Y Zeus tomó entre sus brazos a su hijo muerto en su honor, y le devolvió la vida con un soplido, pero, a estas alturas, supo que había sido descubierto de nuevo por su mujer Hera, pues, por qué iba a preocuparse así por un simple mortal, si no era porque era otro de sus hijos bastardos, así pues decidió salvarlo de la ira de Hera llevándolo con su madre. Pero antes, de saber cómo… ha llegado el momento de hablar de la madre, Calisto.

~ por almarrota en 10 octubre, 2021.

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