LÁGRIMAS EN EL MAR – III

LA MADRE

Muchos años antes de que Licaón aullase a cuatro patas suplicando piedad a Selene por las noches, a cuatro patas solo y desdichado en el frío de los bosques del Peloponeso, incluso muchos años antes de dar a luz a Arcas, Calisto era feliz, una ninfa realizada , orgullosa y completa. Una ninfa, si, pues eso era Calisto, una deidad menor de la naturaleza, lo que siglos después llamasteis en vuestros relatos “hadas”. Protectoras de la naturaleza, asociadas a arroyos, a bosques, a ríos, a montes, eso son las ninfas. Y Calisto no era una ninfa cualquiera, no era una ninfa más, pues era una Pléyade. Y las pléyades eran las selectas ninfas que eran el cortejo, amantes y compañeras, de la diosa Artemisa, la diosa virgen de la caza y la naturaleza, hermana de Apolo, y madre de las amazonas. Y, como su diosa, las pléyades eran vírgenes y cazadoras, y Calisto era la mejor entre las ninfas de Artemisa.

Pero para desgracia de Calisto, Zeus, el insaciable Zeus, se prendó de su belleza viéndola un día desnuda cazando elegante con su arco en el bosque, siguiendo a Artemisa en su eterno y primigenio ritual animal del ciclo de la vida, manteniendo el equilibrio en el bosque. Y en un momento en que Calisto se quedó a solas, a la orilla de un arroyo, curtiendo la piel de un ciervo que había cazado para honrar a Artemisa, Zeus se le presentó en todo su esplendor dorado y plateado como sus rayos y relámpagos. Y Calisto vio las intenciones del señor del Olimpo, y ella, respetuosa con los dioses como era, le dijo que lo lamentaba pero que como bien sabía era consorte del séquito de Artemisa, y como tal tenía un voto de castidad y tenía decidido no dejarse tomar nunca por hombre o dios alguno. Zeus, soberbio como todos los dioses, no se dejó convencer rápidamente, pero cuando vio que la ninfa estaba decidida a mantener sus sagrados deberes para con su diosa se dio por vencido, y desapareció por donde había llegado.

Poco después le explicó Calisto a Artemisa el episodio, y la diosa satisfecha con la devoción y fortaleza de la ninfa, le dijo que no se preocupase, y que nada le pasaría, y ahí mismo se lo agradeció, tomándola en la orilla del arroyo, sobre la piel de ciervo curtida en su honor. Pero resultó que por quien se dejó seducir Calisto no era Artemisa, sino el propio Zeus que tomó la imagen de la diosa para llevar a cabo su capricho y disfrutar si o si de la belleza de la ninfa, convirtiéndola en una más de sus muchas aventuras extra maritales.

Y si bien se sintió deshonrada y avergonzada de haber fallado a sus votos, aunque fuera engañada, Calisto calló su deshonra ante el resto de las Pléyades y sobre todo ante su ama y amada Artemisa. Y todo pareció ir bien un tiempo, hasta que, oh, niño, hasta que Calisto empezó a notar que cada vez le costaba más seguir el paso del resto de cazadoras, cada vez más torpe y menos ágil, se dio cuenta horrorizada de que estaba embarazada, de que el vientre le crecía por momentos y que Zeus no solo le había deshonrado sino que le había dejado su semilla dentro.

Y así vivió, desdichada y a la vez preocupada por su vida y la de su futuro hijo, a quien ya había decidido darle de nombre Arcas, pues sabía que la ira y furia de Artemisa eran similares con sus enemigos o quienes la burlaban como grande era el amor por la naturaleza y sus ninfas. Por eso cada vez se excusó más y más de cualquiera de las maneras para evitar salir a cazar con Artemisa y el resto de pléyades. Y cada vez vistió túnicas más anchas para esconder su creciente vientre. Hasta que , un día que estaban la diosa y todas sus ninfas dándose un baño en el rio, ante su nueva negativa a bañarse con el resto, una de sus hermanas juguetona le quitó el cierre de la túnica, dejando esta caer y asombrando a todas con su redonda desnudez.

Y el grito de rabia de su maestra y amada diosa rompió el sorprendido silencio, cuando gritando la acusó de lujuriosa y de traidora, de romper su promesa para con ella, y no dejando a Calisto poder explicar que había sido engañada, cogió la desnuda diosa su arco y sus flechas para matarla en el momento. Más Zeus, que lo observaba todo desde el Olimpo, avergonzado y arrepentido de la inminente muerte de la inocente ninfa, convirtió a esta en una gran y fuerte osa, para que su gruesa piel aguantase la herida del flechazo de Artemisa, y así pudo huir por su vida y la del bebé de su vientre Calisto corriendo rápida por el bosque , derribando árboles a su paso, con Artemisa dándole caza con sus ninfas y sus veloces sabuesos. Y, sabiendo Zeus que a la postre sería imposible que Calisto burlase eternamente a la diosa de la caza, y aun arrepentido de los actos desencadenados por su irrefrenable lujuria, tuvo una idea, y no fue otra que , primero, salvar al pequeño, mandando a Hermes a que provocase el parto de la osa , para salvar al bebé, pues nadie es más rápido que el mensajero de los dioses, y lo trajera a mis manos para que lo salvase y criase escondido. Y una vez hecho esto, para salvar la vida de Calisto de Artemisa,e incluso de Hera, que en cualquier momento descubriría su nueva infidelidad, Zeus cogió a Calisto en su nueva forma y la subió a los cielos a los dominios de su abuelo Urano, lejos del alcance y el castigo de nadie, ni Artemisa ni Hera siquiera podrían hacerla daño en su exilio celestial.

~ por almarrota en 5 junio, 2022.

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